No siempre arranco a correr agitando brazos y piernas
como un niño de primaria el último día de clase,
pero algunas veces lo sigo haciendo. Y está bien.
No siempre quiero reír con sonoras carcajadas
que retumben por las cuatro paredes del encierro
pero puedo sonreirte desde dentro. Y estar bien.
No siempre lloro hipando y a lágrima viva,
a veces, me dejo el nudo ahogando la garganta
pero puedo seguir respirando. Y no importa.
Porque está bien no estar bien siempre,
porque es salud para tu mente
la risa, el llanto...
No ser constante.
Y está bien.
Y estar bien.